jueves, marzo 03, 2011

Memorias de Portarretrato... Capítulo 9: Sueños

¿Quién no ha tenido sueños? Pero esos sueños reales, tangibles, donde aparecen los más recónditos temores y deseos de nuestro subconsciente. ¿Quién no ha conocido a alguien excesivamente soñador? Esas personas, que sin necesidad de dormir logran ver despiertos el alcance de sus deseos más anhelados y la derrota de sus miedos más arraigados... ¿Cuál es la diferencia entre tener sueños y ser soñador? Simple; al soñar temes que al despertar todo se esfume, cuando eres soñador no corres ese riesgo...

Darío intentaba dormir impacientemente en su cama; esa noche era diferente, tal como los últimos años; era increíble  que aun recordara momento a momento todo lo que habías sucedido. Había pasado un año más...Uno más, desde aquella noche en la que Darío se había marchado de casa... Conforme intentaba conciliar el sueño las imágenes regresaban a su cabeza...

Todo comenzó hace cinco años. Cuando Darío y Eva aun vivían juntos en Milán. Sus hijos eran unos niños aun; Ricardo tenía doce años y Leonel recién había cumplido nueve. Ese día transcurría como cualquier otro; las típicas prisas de la mañana, llevar a los niños al colegio, llegar a tiempo al trabajo. Nadie tenía idea de que esa noche esa familia se rompería. Eva llevaba varios días limpiando el esudio; tenían montones de libros sin leer y creía que era más viable donarlos a una biblioteca. Todos los días después del trabajo dedicaba un poco de tiempo a la limpieza. Encontró inservible una pequeña enciclopedia de la segunda guerra mundial y pensó en desecharla; sin embargo recordó que pertenecía al padre de Darío, al guardar nuevamente la enciclopedia notó que el último tomo estaba un poco más salido del estante que los demás; decidió revisar que era lo que impedía que el libro entrara y encontró no sólo lo que obstruía, sino lo que generaría su separación, ya lo había visto antes, era el pequeño álbum que Corina le había regalado a Darío años atrás.

Decidida y molesta, Eva decidió desecharlo sin consentimiento de su marido; al lanzarlo con coraje a la caja, el álbum se abrió y una pequeña hoja salió volando de entre las pocas fotografías que éste albergaba. Eva reconoció que era la letra de Darío, tomó el papel y leyó detenidamente:

"No sabes que felicidad me da escribirte de nuevo; se que no es lo correcto, pero sabes que me ayuda bastante a lidiar día a día con tu muerte.


Espero me perdones por no visitarte en todos estos años, también por quemar las demás cartas que te escribí, tenía miedo de que Eva las encontrará, estos últimos meses ha estado mucho tiempo en casa, como Leonel aun es muy pequeño decidió dejar el trabajo...


Aun me imagino como hubieran sido nuestros hijos ¿Tú lo imaginas también?


Por ahora debo dejar de escribirte; pero no dudes que volveré a hacerlo pronto...


Un beso, Darío"

Eva enrojeció de ira, no podía creer lo que estaba leyendo; a pesar de que la carta tuviera tanto tiempo, sentía que Darío la acababa de redactar. Subió enfurecida la escalera y comenzó a empacar. Cuando Darío llegó, al entrar a su habitación lo primero que vio fueron un par de maletas.

-¿Vas a algún lado?- preguntó Darío extrañado al ver las maletas y a Eva junto a ellas. -No Darío, quien se va eres tu- dijo Eva decidida y conteniendo el llanto a más no poder. -Eva ¿Qué sucede? No entiendo, por favor, ¡Explícame!- Darío estaba realmente confundido. Eva lo miro a los ojos, estiró su mano y le dio a Darío la carta que había encontrado. -Hoy en día no es extraño que un hombre sea infiel ¿Pero con una mujer qué ya está muerta?- dijo Eva irónicamente y lo miró esperando una explicación que la convenciera de recapacitar y perdonarlo. -Vamos, no te puedes poner así, tiene años que escribí esto, sabes que te amo- Darío hablaba sinceramente. -¿Qué no me ponga así? ¡¿Cómo quieres que me ponga entonces?! ¡Estás enamorado de una muerta! ¡No has podido olvidarla! ¡Vives de recuerdos e ilusiones! ¡Cuándo entenderás que Corina está muerta!- gritó Eva exaltada, llorando; lamentablemente Darío no la había persuadido.
-Entiendo, se que no es normal escribirle; pero me ha ayudado mucho, cada letra que escribo me hace ver  lo real que eres y lo viva que estás. Te Amo Eva, eres la madre de mis hijos. Vamos a dormir- Darío realmente quería enmendarlo, en el fondo sabía que Eva tenía razón. -Se que me amas; pero amas más a Corina todos tus pensamientos están en ella, y añorarías que tus hijos imaginarios con ella fueran reales. Ya no Darío, esta vez ya no, no puedes vivir en un sueño eterno donde ella aun sigue viva... Por favor, no lo hagas más difícil, vete- pidió Eva con voz seca y aun llorando. -¿Es tu última palabra?- preguntó Darío esperanzado. Eva asintió con la cabeza y Darío tomó las maletas y salió de la habitación. -Los niños duermes, no los despiertes, mañana les explicaré- dijo Eva fría y molesta. Darío intentó  replicar, pero supuso que su esposa tenía razón.

La pérdida de su esposa y de sus hijos generaron una terrible depresión. Gastó mucho dinero en alcohol; fue despedido del empleo que por tantos años había conservado; debido a su deplorable actitud Eva le prohibió ver a sus hijos... y sin más que hacer, a tan solo tres meses de su separación, volvió a su país; a tratar de recuperar su vida iniciando de nuevo...

Con ayuda de su familia y sus amigas, Sofía y Andrea, Darío dejó el alcohol, abrió su propio estudio fotográfico y compró una modesta pero bonita casa cerca de ahí. Contra toda su voluntad asistió al psiquiatra, y un día común, después de tantos años comenzó a dejar de amar a Corina y a tratarla como lo que era, un bello recuerdo...

Seis meses después viajó de regreso a Milán con las intenciones de recuperar a su familia. Todo fue en vano, el corazón de Eva se había enfurecido como roca y ahora veía a Darío únicamente como el padre de sus hijos...

Los años comenzaron a pasar rápidamente; Darío frecuentaba a sus hijos muy poco y aunque estaban en constante comunicación para él era terrible sólo poder verlos unas semanas al año. Yun día, sin esperarlo siquiera, después de casi cincoaños, el destino decidió que Eva regresara de Milán; para estar tremendamente cerca de Darío...

Al igual que los años anteriores, aquella noche Darío durmió muy mal; tenía sueños de lo que sería su vida si jamás se hubiera separado de Eva; pero despertaba en la simple y llana realidad...

Por la mañana Sofía regresó a la Agencia; con la fallida boda y el viaje de Carolina había estado trabajando en casa un par de semanas. Poco después de llegar, se comenzó a escuchar escándalo en el pasillo. Fausto entraba bastante molesto. Abrió la puerta de la oficina de Sofía bruscamente. La recepcionista no logró evitar que Fausto entrara. -¿Me puedes explicar con que derecho vienes a hacer este escándalo?- preguntó Sofía ofendida. -No puede ser posible; no me has llamado en dos semanas, no has comenzado a trabajar en mi campaña y aun así te ofendes- contestó Fausto bastante molesto. -Tienes razón, disculpa, he estado un poco alejada de la oficina, toma asiento- se disculpó Sofía. -Las elecciones son en menos de un año; la campaña tiene que comenzar pronto ¿Tenemos un plan?- preguntó Fausto un poco desesperado. -No algo conciso aun; estaba trabajando en ello- explicó Sofía. -Mira Sofía; se que somos amigos, confío en ti y conozco tu trabajo; por algo elegí tu agencia, pero hay decenas de agencias allá afuera que podrían llevar mi campaña- reclamó Fausto muy arrogante. Sofía estaba apunto de explotar; pero se contenía lo más posible pues sabía que Fausto tenía razón. -Entiendo tu molestia y te pido en nombre de la agencia una disculpa; ahora mismo te llevaré con uno de los mejores consultores para que trabaje tu campaña; yo no puedo darle el tiempo que requiere, tengo mucho trabajo- dijo Sofía decidida mientras tomaba el teléfono. -Sofía, debes entender que esto no es una campaña de publicidad y que si tu afamado consultor hace algo mal todo se derrumba; me gustaría que tu estuvieras a cargo de la campaña- solicitó Fausto un poco más tranquilo. -No tienes razón para preocuparte; el licenciado Uribe puede manejar perfectamente la campaña, yo estaré al pendiente; pero nada más, ahora, si no te molesta, puedes pasar a hablar con él, su oficina es la penúltima del lado derecho; como podrás ver estoy bastante ocupada- explicó Sofía ahora desafiante y fría. Fausto se puso de pie; y sin decir una palabra salió de la oficina. Al verlo salir, Sofía volvió a escuchar un par de palabras en su mente "Me gustaría que tu estuvieras a cargo...", tal vez eran sueños o alucinaciones, pero para Sofía eso significaba que Fausto quería estar con ella...

Para Andrea el simple hecho de abrir los ojos todos los días era un reto; la constante tristeza de no despertar al lado de Luis la abrumaba; y aunque habían pasado un par de meses, no lograba encontrar el final de su rehabilitación. Aquella mañana despertó y al ver la hora en el reloj se levantó de la cama y comenzó a correr. Era su primer día de trabajo; había conseguido el puesto de maestra de música en un colegio cerca de su apartamento. Después de años de no trabajar había perdido la costumbre; pero quería hacerlo, sabía que con su trabajo y el de Aurora pronto podrían comenzar a ahorrar para recuperar su casa.
Cuando Andrea entró a la cocina su hija ya estaba ahí. -Primer día de trabajo y vas tarde- bromeó la chica mientras bebía jugo de naranja. -Calla Aurora, mejor ayúdame a preparar una taza de café- ordenó Andrea mientras cepillaba su cabello y al mismo tiempo se untaba crema en el rostro. -Por cierto, saliendo de la escuela tengo algo que hacer, no me esperes a comer- dijo Aurora mientras acercaba a su madre una taza de café caliente. -¿Y me estás pidiendo permiso o avisando?- preguntó irónicamente Andrea. -Vamos mamá; sólo iré al cine con unas amigas, se acaba de estrenar la película de baile que te conté el otro día- explicó Aurora con un tono más sutil. -De acuerdo, te quiero aquí a las ocho- avisó Andrea mientras bebía el último sorbo de café y corría al baño a terminar de arreglarse...

Desde la cita desastre Greta se había separado de sus amigos; lo mismo sucedió con Natalia, ya que no se sentía cómoda con Monserrat, la nueva novia de Ricardo. Y Miguel siempre había pensado que era patético hacer mal tercio así que prefería convivir con sus compañeros de salón de clase.  Lamentablemente a Ricardo era lo que menos le interesaba. Estaba inmerso en la magia del amor, aun no concebía que una chica como Monserrat aceptara ser su novia. Aunque la chica era exigente y caprichosa a Ricardo no le interesaba, hacía todo por complacerla. -Ya te dije que no Ricardo, si quieres ve tu sólo- dijo la chica esa mañana en un descanso entre clases. -Amor, quiero ver esa película, por favor, vamos después de clases- imploró Ricardo a su novia. -Sabes que no me gusta que me digas amor, y ya te dije que no voy a ir, no me hagas enojar ¿Quieres?- dijo Monserrat un poco molesta. -De acuerdo, lo siento, ya no te molestaré más- dijo Ricardo un poco triste y besó la mejilla de su novia. Sin decir nada la chica tomó su mochila y se fue al salón de clases; en general así era su relación y a pesar de todo a Ricardo le fascinaba...
Por la tarde Darío recogió a Leonel del colegio. -¿Cómo te fue en la escuela?- preguntó a su hijo amigablemente. -Nada nuevo- respondió Leonel sin importancia, viendo los autos que pasaban por su ventana. -¿Quieres ir a comprar algo? ¿Un helado? Hace mucho calor- invitó Darío intentando platicar con su hijo. -Llévame a casa por favor, hoy quiero estar con mamá- pidió Leonel secamente. -¿Qué sucede Leonel?- preguntó Darío aunque ya conocía la respuesta. -Sabes que sucede, sabes que día es hoy, yo lo recuerdo, no estaba tan pequeño cuando sucedió- respondió Leonel un poco molesto. -¿Quieres hablar de ello?- preguntó Darío amablemente. -Quiero saber la razón por la cual nos abandonaste- exigió Leonel bastante resentido. Darío detuvo el auto, deshabrochó su cinturón de seguridad y tomó a su hijo por los hombros. -Mírame Leonel, mírame a los ojos- ordenó. -Yo jamás los abandoné, siempre han estado en mí, si me marché fue porque tenía problemas, hacía cosas que no estaban bien, pero si me hubiera podido quedar, a pesar de todo el mal que estaba haciendo lo hubiera hechoo sin duda, dejarlos ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida, y no quiero que vuelva a decir ni a pensar que los abandoné, porque desde aquel día, hace cinco años, los he llevado conmigo lo más cerca que puedo- explicó Darío, al borde del llanto, desesperado e ilusionado, esperando que su hijo entendiera. -¿Qué pudo ser tan malo?- preguntó Leonel intentando entender. Darío respiró profundamente. -¿Recuerdas la historia de Corina? ¿La qué les conté a tu hermano y a tí en el cementerio? Resulta que aquel amor juvenil, me ha traído muchos problemas en mi vida...- y así Darío comenzó a contar a su hijo la historia completa de Corina hasta aquel día que se separó de Eva...

Como todos los días, al atardecer, Miguel iba a su trabajo en el cine; llevaba bastante tiempo atendiendo la fuente de sodas y aunque la paga no era muy buena, disfrutaba mucho su trabajo. El chico no tenía ni idea de que esa misma tarde perdería el empleo. Todo comenzó cuando Aurora llegó al cine...
 La chica y sus amigas entraron animadas, ya que ansiaban ver la película que recién se había estrenado. Compraron los boletos y platicaban alegremente; ni Miguel ni Aurora se habían visto. No fue hasta que las chicas decidieron comprar palomitas cuando cruzaron sus miradas por primera vez. Era evidente que se habían encontrado, ambos desviaron la mirada fingiendo no haberse visto. En ese instante la mente de Aurora giró muy rápido. Se apartó de su grupo de amigas y se formó en la caja a cargo de Miguel. Aurora trató de ser lo más discreta posible mientras planeaba una a una las palabras que le diría a Miguel. Por fin llegó su turno en la fila. -¡Miguel! Que sorpresa- saludó Aurora fingiendo inocencia. -Hola Aurora ¿Qué vas a llevar?- preguntó Miguel secamente. -Quiero unas palomitas grandes y un refresco por favor- pidió Aurora excesivamente educada. Miguel se apresuró a atenderle, sabía que por algo Aurora de había cambiado de fila, no quería verla mucho tiempo, desde niños se aborrecían y con el tiempo eso no había cambiado. Le entregó las palomitas y se marchó por el refresco. En el rostro de Aurora podía verse una sonrisa maquiavélica. Justo cuando Miguel ponía el refresco sobre la caja, Aurora puso en marcha su plan.              -Antes de que me cobres tengo algo que decirte; esto es por la grosería que le hiciste a Greta- dijo molesta Aurora mientras tiraba a propósito toda la caja de palomitas. Miguel la miró descontrolado intentando gritar, pero la chica se lo impidió. -Y esto simplemente porque no te tolero; eres un patán, no tienes ni la más mínima idea de lo que es ser un caballero, pero claro era lo menos que se podía esperar de un miserable vendedor de palomitas- dijo Aurora al tiempo que volteaba el refresco en la computadora de Miguel. El chico  estaba furioso. Impulsado por la rabia tomó a la chica del brazo. -¡Mira niñita malcriada!...- dijo efusivamente; pero no pudo terminar su frase, Aurora comenzó a gritar y pedir auxilio, todos los presentes voltearon a ver que sucedía. El gerente llegó al momento. -¡¿Qué sucede aquí?!- preguntó el gerente con un estricto tono de voz. -Fue su empleado, me tomó del brazo y provocó que tirará accidentalmente el refresco y las palomitas; lo siento mucho de verdad señor, pero conozco a este joven y siempre me ha acosado- dijo Aurora muy segura fingiendo estar bastante asustada. -¡Eso no es cierto!- replicó Miguel más enojado aun.  -¡Basta Miguel! ¡Arruinaste la computadora, y estás acosando a uno de nuestros clientes! ¿Tienes idea de él problema en el qué nos puedes meter? ¡Estás despedido! Y con tu liquidación pagarás los daños a la computadora, así que recoge tus cosas y ¡Vete!- gritó el gerente al chico.- Señorita permítame compensarle, acompáñeme por favor- dijo el gerente. Aurora asintió con la cabeza, y cuando el gerente le dio la espalda sonrió desafiante a Miguel y dio la vuelta...

Darío tocó el timbre del apartamento de Eva, había platicado toda la tarde con Leonel. -Papá, antes de que venga mi mamá ¿Puedo decirte algo?- dijo el chico un poco sonrojado. -Sabes que puedes decirme lo que quieras- dijo Darío mirando a su hijo. -Aun no entiendo bien todo lo que me contaste, no logró comprender porque mi mamá te dijo que te marcharás, pero no puedo evitar decirte que me gustó hablar contigo, y que me hablaras como si fuera alguien mayor, como si fuera Ricardo- dijo el chico sinceramente. -Leonel, pronto dejarás de ser un niño y tenías todo el derecho a conocer la historia; y aunque no seas Ricardo, eres especial, y te amo a pesar de que seamos tan conflictivos- dijo Darío sonriendo. -Gracias Papá- el chico abrazó a Darío y en ese momento se abrió la puerta. Leonel saludó a su madre y entró al apartamento. -Supongo que es todo, nos vemos- dijo Darío despidiéndose con la mano de Eva. -¿Quieres pasar a tomar una taza de café?- preguntó Eva amigable. -Ahora no Eva, muchas gracias- respondió Darío cortésmente y se marchó...

-¿Estás  seguro que así fue como pasaron las cosas?- preguntó Franco a su hijo quien estaba realmente enfurecido. -Totalmente papá, todo lo planeó, lo hizo a prepósito, es una infeliz, me gustaba mi trabajo- dijo Miguel aun efusivo. - Cálmate Miguel, no tienes porque ponerte así, además antes que otra cosa es una mujer, no debiste hablarle así- regañó Franco levemente. -Lo siento papá, es que me sacó de mis casillas- se excusó Miguel. -Lo sé, y aunque no lo creas, me pareció el momento perfecto para que dejaras ese trabajo- dijo Franco sonriendo. -¿Por qué lo dices papá?- preguntó Miguel. -Creo que es sensato que comiences a trabajar en la agencia, mira las horas que son y tu madre no ha llegado, tiene mucho trabajo y tú podrías ayudarle- explicó Franco esperanzado que su hijo aceptara. -Sabes que no me gusta para nada la idea de trabajar en la agencia- replicó el chico enfadado. -Lo sé, y lo entiendo perfectamente, respeto tu decisión; pero como padre me gustaría que apoyaras a tu mamá, y te voy a pedir que lo hagas- pidió Franco. -No voy a durar ni una semana- dijo el chico. -Ya lo veremos- respondió Franco...

Ya entrada la noche, la fachada de "Venecia" se encontraba totalmente iluminada; los autos se detenían y grupos de elegantes hombres descendían de ellos; el espectáculo comenzaba en un par de minutos. El telón se abrió, Aurora apareció con otro grupo de bailarinas en un diminuto traje de escarcha. Sonreía radiante, y bailaba como siempre, perfecto. Curiosamente, durante su actuación no dejaba de pensar en lo que había sucedido con Miguel en el cine, incluso le gustaba recordarlo, le daba cierto gusto que lo hubieran despedido por su culpa. Cad vez que recordaba la cara de Miguel irradiando ira, sonreía un poco más. Estaba tan concentrada en su coreografía y en sus recuerdos que no se percató de el joven que la miraba fijamente en la primer mesita; aquel joven había asistido ya varias veces a "Venecia" y siempre observaba con especial atención a Aurora, para él era la más hermosa de todas las bailarinas...




¿Quién no ha tenido sueños? Pero esos sueños reales, tangibles, donde nunca hubo una separación; donde nuestro amor juvenil regresa, donde el ser amado por fin vuelve a dormir a nuestro lado, donde los problemas se solucionan, donde aquel ser querido que murió vulave a vivir...


¿Quién no ha conocido a alguien excesivamente soñador? Que piensa que alguien del pasado siempre será el amor de su vida, que vive con la constante idea de una reconciliación, que a pesar de las circunstancias
cree que vive en un bello hogar...
¿Cuál es la semejanza  entre tener sueños y ser soñador? Simple; que ya sea estando dormidos o despiertos, tenemos la constante esperanza de que los sueños pronto llegarán...





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