martes, julio 19, 2011

Memorias de Portarretrato... Capítulo 16: La niña perdida

Desde muy pequeña, Aurora había demostrado su falta de miedo a extraviarse , ya fuera en el supermercado o en un inmenso parque de diversiones , Aurora se separaba de sus padres sin avisar, teniendo la certeza de que ellos siempre la encontrarían, así entonces Aurora creció con la idea de que nunca estaría perdida. Lamentablemente aquella tarde era diferente, caminaba rápidamente sobre la lluvia, no sabía si estaba triste, asustada, sorprendida o enojada. Sabía exactamente a cuantas calles de estaba su apartamento, podía llegar con exactitud a la parada del autobús que la podía llevar a casa de alguna amiga y tenía la certeza de que en la estación de policía de la esquina podrían ayudarle. Si, Aurora sabía exactamente donde se encontraba, y por primera vez en su vida se sentía extraviada...
Apenas había tenido oportunidad de tomar la larga gabardina empapada de su padre y sus zapatillas de ballet antes de salir corriendo del apartamento; y mientras la lluvia seguía mojando su rostro, intentaba decidir a donde ir. Sin estar segura de su decisión, comenzó a correr entre los automóviles...

Para Bianca los días de intensa lluvia eran de lo las deprimentes. Después de dar clases en la Academia de baile, regresaba a casa, preparaba un hirviente jarrón de té y se sentaba en el sofá mirando a la ventana. Mientras observaba las gotas correr por el vidrio recordaba, lo que había pasado antes... Muchos mucho tiempo atrás... Y poniendo sus manos en su vientre regresó en su mente a su juventud, el triste recuerdo de los múltiples embarazos interrumpidos voluntariamente por preferir su carrera; se veían opacados cuando revivía los aplausos y ovaciones que recibía al final de cada función o muestra de baile en las que había participado. Recapitulaba también cada uno de sus matrimonios, el primero con un maduro productor de teatro quien la lanzó a la fama, el segundo con un gran hombre de quien estuvo totalmente enamorada pero que la dejó meses después de la boda por su evidente falta de deseos por convertirse en madre y el último, con un atractivo empresario que la trataba como a un vil objeto, y que al morir asesinado misteriosamente, le heredó a su viuda una vieja propiedad donde se realizaban turbias transacciones. Con el sonido que la tormenta provocaba al golpetear todas las ventanas de la inmensa y vacía residencia, con cierto coraje por los hombres,  Bianca recapitulaba como había transformado aquella vieja propiedad heredada en un lugar donde los hombres seguirían viendo como objetos a las mujeres, donde mientras ellos se regocijarían saciando sus bajos placeres, ellas exprimirían cada centavo de su bolsillo y así nació "Venecia". Y finalmente el recuerdo más antiguo, pero más vivo, lamentable y dramático llegaba a su mente al caer de cada rayo, al oír de cada trueno. Era Bianca de niña, asustada por la tormenta, aun podía sentir los abrazos de su madre protegiéndola, tranqulizándola del pavor que le generaba desde pequeña presenciar aquel fenómeno natural. Aquel recuerdo que la había acompañado siempre aun cuando ya  había crecido, aun cuando su madre había partido de este mundo; y tristemente pensaba que ella jamás tendría a quien proteger en sus brazos los días de tormenta...

La tormenta generaba cada vez más disturbios y complicaciones, las avenidas principales comenzaban a inundarse, el agua comenzaba a desbordarse por las alcantarillas y bravos riachuelos eran generados en las calles desiguales o empinadas. Comenzaba a anochecer cuando Natalia en compañía de su padre,  llegaron al hospital a visitar a Greta. - ¿Todo bien Flora? Venimos en cuanto nos enteramos, Sabes que cualquier cosa que necesites, aquí estamos para ayudarte- pregunto Franco a Flora. -Gracias por venir, Greta está bien, sólo fue una pequeña caída, se quedará un par de horas más a que la examinen, a lo mucho hasta mañana- respondió Greta optimista como siempre. -¿Puedo verla?- preguntó Natalia. -Adelante, acaba de despertar hace unos minutos- dijo Flora tomando de la mano a Natalia y sonriendo.  Aunque sabía que no era importante, Natalia no quería encontrarse a Eric por ahí, supuso que estaría ahí, después de todo, él era el novio de Greta y según lo que había entendido, aquel día tenían una cita; sin embargo, para su suerte no encontró al chico en el hospital. -Ya te dijo Aurora que las zapatillas que usas son excesivamente altas, si las sigues usando podrías lastimarte más gravemente - dijo la chica asomándose por la puerta de la habitación donde descansaba Greta. -Creo que saliendo de aquí tendrás que acompañarme a comprar unos zapatos un poco más bajos, espero no parecer abuela- dijo Greta sonriendo. Natalia se acercó a su amiga y acarició su cabello, comenzaron a platicar del incidente y el nombre de Eric salió a la conversación. -Por cierto ¿Sigue aquí? no lo he visto desde que subí a la ambulancia- preguntó Greta intrigada. -No lo vi al entrar, supongo que se marchó- respondió Natalia como queriendo evadir el tema del chico. -¿Sabes algo? Aunque llevamos muy poco tiempo saliendo, creo que me estoy enamorando de él- confesó Greta sonriente. -¿Qué estás diciendo Greta? No puedes enamorarte tan rápido. Además debo contarte algo sobre Eric- decidió Natalia armándose de valor. -¿Qué sucede con él?- preguntó su amiga extrañada. -No es nada grave, sólo quiero que lo sepas- dijo Natalia quien suspiró fuertemente y dijo. -Yo conocí a Eric hace unos años. Se acababa de cambiar de casa a mediados de secundaria, dejo la escuela donde tu lo conociste, y llegó a la escuela donde yo lo conocí... -la chica hizo una pausa, esto le estaba costando más trabajo de lo que creía. -Natalia, no entiendo nada, por favor, se más clara- pidió Greta muy contrariada. -Resulta ser que Eric es... fue el chico de quien les he hablado, el único de quien he estado enamorada, hace algunos años Eric y yo fuimos novios...-confesó Natalia por fin, y comenzó a contar su romántica historia, desde el día que se conocieron, los constantes rechazos de la chica hacia Eric y la conmovedora manera en que el chico le pidió fuera su novia en el patio de la escuela frente a decenas de alumnos. Además, Natalia contó a su amiga, el día en que Eric terminó con ella, un día antes de San Valentín, cuando ella no quiso dar el siguiente paso en su relació . -¿Estás segura de lo que dices?¿Estás hablando de mi Eric?- preguntó Greta tratando de dar crédito la historia que acababa de escuchar. -Así es y no es que no quisiera, . Eric ha sido el único chico al que he amado de verdad, ha sido mi único novio, pero me estaba presionando mucho, no estaba lista- explicó Natalia. -Vamos Natalia, eso pasa todos los días, los chicos así son, incluso a mi me lo han hecho, dos veces, y si a ti no te importa que esté con Eric a mi no me afectará el pasado que vivieron juntos- animó Greta a su amiga. -Lo que no pasa todos los días es que te propongan matrimonio a los quince años- confesó Natalia con la mirada baja. -¡¿Te pidió qué te casaras con él?!- preguntó Greta exaltada. Natalia asintió avergonzada. -¿¡Pero por qué!?- volvió a cuestionar Greta. -Verás, Eric es un gran hombre, lo sé y estoy segura de que puede hacerte muy feliz. Desgraciadamente tiene un gran defecto, no sabe de límites cuando se empeña por conseguir algo, puede hacer cualquier cosa para lograr lo que se propone- explicó Natalia. -¿Estás diciendo qué...- Greta iba a preguntar y Natalia la interrumpió. -Si, Eric me llenó de fantasías y falsas promesas sólo para que yo me entregara a él, y yo le creí, pero cuando se dio cuenta de que no iba a conseguirlo, me dejó y me echó todas sus mentiras en cara ¿Y sabes qué es lo peor? Que a pesar de todo el daño que me hizo, el día que lo vi en tu fiesta, no pude evitar sentir el mismo cosquilleo que sentía al verlo hace tres años- confesó Natalia. -¿Por qué me dices esto entonces? ¿Vas a luchar por él?- preguntó Greta un poco confundida. -No Greta, te lo digo porque eres mi amiga, y porque en una amistad debe haber lealtad y si te hace algo parecido no me perdonaría no habértelo dicho- respondió Natalia tratando de calmar las dudas de su amiga.
-Vaya, hiciste tu buena acción del día, además ¿Lealtad? Tu que sabes de una amistad si nunca me tuviste la confianza para decirme que estabas interesada en Ricardo- dijo Greta a la defensiva, el rostro de Natalia se puso blanco como el papel. -Eso no es verdad, además, estoy saliendo con Ramiro, el amigo de mi hermano Miguel- es excusó Natalia inútilmente. -¿Y qué? ¡Por favor! todos sabemos que te interesa Ricardo y de seguro sales con Ramiro porque no tienes alternativa, Ricardo está enamorado de Monserrat y Eric se está enamorando de mi, se te acabaron tus opciones ¿No?- dijo Greta levantándose un poco de la cama  con una mirada desafiante. -¡Pero que tonterías estás diciendo!- exclamó Natalia ofendida. -¡Ah Claro! y por eso veniste a hacerte la víctima con toda esta historia de Eric y tú, para que yo me alejara de él y pudieras intentar recuperarlo, pero ¿Sabes qué Natalia? ¡No te va a funcionar!- gritó Greta bastante enfurecida. Natalia no sabía que responder, se empezó a llenar de coraje y a la vez no podía creer que la mente de Greta imaginara esas cosas, estuvo a punto de llorar; quería responder pero no tenía idea de que decir; sin decir una palabra salió de la habitación y le pidió a su padre que se marcharan...

-Perdóname por molestarte, no tenía a quien más acudir- dijo Aurora empapada, con los ojos hinchados de tanto llorar, vestía la larga y mojada gabardina de su padre y sus zapatillas de ballet desamarradas que habían pasado de un color pulcro rosado a un desigual gris percudido. -Vamos no hay ningún problema, ven aquí, te pondremos ropa seca y tomaremos un té caliente- dijo Bianca sonriente y comprensiva. -Dime ¿Qué sucede? ¿Por qué has llorado tanto?- preguntó Bianca mientras sacaba de una armario una blusa para Aurora. -Bianca, tu conocías a mis padres mucho antes de que yo naciera ¿Cierto?- preguntó Aurora usando su lógica. - Así es, incluso tomé algunas clases con tu madre en la universidad pero ¿A qué viene esto? Dime porqué has llorado- preguntó Bianca sin entender. -Hubo un futbolista, Ignacio de la Parra, que al parecer tuvo una relación con mi mamá ¿Es cierto eso?- preguntó nuevamente Aurora con mucha insistencia. -Si, lo recuerdo, fue muy curioso, porque terminaron y los dos desaparecieron, ella de los escenarios y el de los campos de fútbol, se decía que estaban muy deprimidos, pero esa versión se desmoronó cuando tu madre y tu padre dieron la noticia de que se habían casado y que pronto convertirían en padres. Pero no entiendo nada Aurora, por favor explícame ¿Qué importa eso ahora?. - pidió Bianca cada vez más confundida. -¿Hace cuántos años exactamente fue eso?- preguntó Aurora cada vez más histérica. -¡Hace unos quince años más o menos!¡Yo qué sé! ¡Ahora dime qué te sucede Aurora sino, no podré ayudarte!- Bianca comenzaba a subir su tono de voz. -Ese futbolista es mi padre- afirmó Aurora secamente, mucho más tranquila y mientras los rayos se reflejaban en la ventana, comenzó a contar a Bianca todo lo que había sucedido, con sus padres, con su supuesto hermano, y el desubrimiento de la peluca que utilizaba para trabajar en "Venecia"...

-Al parecer ya dejó de llover- dijo Sofía mirando a la ventana desde su oficina, ya era de madrugada y los automóviles en las inundadas avenidas comenzaban a fluir más fácilmente. -Creo que llamaré a una grúa  para que me ayude a transportar mi automóvil- dijo Fausto mientras se ponía de pie. Habían conversado por horas. -¿Qué sigue Fausto?- preguntó Sofía angustiada. -Sofía, tu estás muy confundida, apenas hoy recibiste los papeles de tu divorcio, no quiero entrometerme y hacer este proceso más difícil. Quiero estar contigo, pero a fin de cuentas hemos esperado muchos años, creo que podríamos esperar un poco más- dijo Fausto mientras tomaba a Sofía por los hombros. -¡Fausto!- dijo Sofía en un tono completamente enamoradizo y besó dulcemente a Fausto. -En lo que se arreglan las cosas, creo que sería mejor que no hiciéramos eso muy seguido ¿No lo crees?- replicó Fausto con una sonrisa. -Creo que tienes razón- asintió Sofía. -¿Tienes el teléfono de alguna grúa?- preguntó Fausto con su teléfono móvil en vano. -Es tarde, te llevaré a tu apartamento y mañana  vendrás por tu auto ¿Te parece?- ofreció Sofía. Fausto accedió y salieron de la oficina tomados de la mano...

-Comprendo que estés molesta con tus padres, pero salirte de esa manera fue totalmente irresponsable- dijo Bianca después de escuchar lo sucedido. -Es que no comprendo nada, siento que no soy nadie, les perdí toda la confianza - dijo Aurora dramática mientras por sus mejillas derramaba un par de lágrimas. -No seas tonta Aurora, tu sabes quien eres, y enterarte de que Ignacio de la Parra es tu padre, no te hace diferente, entiéndelo- alentó Bianca acariciando la mejilla de la chica y secando sus lágrimas. -Quiero entenderlo, pero no logró hacerlo, algo en mi interior evita que toda esta rabia se vaya y que pueda hablar las cosas con mis padres- dijo Aurora sinceramente. -Tarde o temprano tendrás que hacerlo, al fin de cuentas, ellos te aman incondicionalmente y sea o no la misma sangre la que fluya por sus venas, ellos te seguirían amando igual o más- dijo Bianca abrazando a la chica.
-Puede que tengas razón, pero por ahora no quiero apresurarme, quiero pensar las cosas, tranquilizarme, y después, hablar con ellos- decidió Aurora. -Si lo deseas aquí puedes esperar todo el tiempo que sea necesario- dijo Bianca gentilmente. -¿Quieres decir qué puedo quedarme?- preguntó Aurora emocionada. -Hasta cuando lo necesites y sólo si me prometes que arreglarás las cosas con tus padres- sonrió Bianca, y se abrazaron fuertemente...

Los días subsecuentes siguieron con un clima desastroso, casi titánico. Aun así nadie dejo de hacer sus cosas, menos Darío quien estaba entusiasmado por poder abrir su centro cultural muy pronto. Aunque la remodelación del edificio y la búsqueda de profesores para impartir los diferentes talleres no le dejaban casi tiempo libre, Darío no dejaba de pensar en Leonora. Una noche tranquila y libre de lluvia Darío llegó decidido a los consultorios donde tomaba sus terapias y esperó en su automóvil a que Leonora saliera. Tenía claro que no podían ser más que amigos y tenía claro también que no quería perder dicha amistad, así que compró un cigarrillo a un vendedor ambulante, prendió el radio de su automóvil y espero... Para su suerte, Leonora salió del consultorio unos cinco minutos después de que él llegara. -¡Leonora!- gritó Darío desde la ventanilla del auto. Ella lo saludó de lejos con la mano e intento caminar velozmente a su automóvil. Darío descendió y corrió hasta tomarla por el brazo. -Por favor, no me hagas esto, ya entendí que no podemos ser más que amigos, te lo juro; además necesito urgentemente tu ayuda, no sé si pintar mi oficina color "azul océano" o "verde mojito"- dijo Darío entusiasmado. Leonora rió un poco. -¿Verde mojito? ¿Qué piensas pintar la habitación de un bar para adolescentes?- respondió Leonora sarcástica. -Huele a cigarro- dijo ella olfateando. -Lo siento, soy culpable, sólo lo hago cuando tengo una mezcla de enojo, inseguridad, vértigo y adrenalina- explicó Darío. -No pienso volverte un adicto al tabaco así que, vamos muéstrame los colores que quieres para pintar tu oficina y decidamos- dijo ella sonriente y juntos subieron al automóvil de él.

Después de varias discusiones amables sobre la elegancia del "Rojo Delirio" y lo aburrido que era el "Verde Guacamole", Leonora y Darío conversaban como si nada hubiera sucedido, riéndose de los elocuentes nombres de colores de pinturas. -No quiero que creas que es coqueteo pero... tienes un poco de chocolate aquí- dijo Darío mientras tomaba una servilleta y limpiaba los suaves labios de Leonora, habían comido en un restaurante donde de postre servían un delicioso pastel de chocolate.
-Darío, lo estás haciendo otra vez- dijo ella mientras se alejaba de la mano con la servilleta que limpiaba su boca. -Lo siento Leonora, es que no comprendo, me gustas, y se que te gusto pero no comprendo porque no podemos intentarlo- preguntó Darío desconcertado. Leonora suspiró y de su bolso sacó una pequeña fotografía donde aparecía ella al lado de un hombre en lo que parecía una boda, le mostró la pequeña imagen a Darío. -¿Estás casada? ¿Por qué no me lo dijiste?- preguntó él contrariado. -Nos separamos hace dos años- dijo ella. -¡¿Entonces?!- preguntó Darío un poco esquizofrénico. -Es complicado, el no sabe que estamos separados- dijo ella, su alegre sonrisa se había marchado y dejó lugar a un demacrado y deprimido rostro. -Explícate porque no te entiendo- ordenó Darío. Leonora suspiró y comenzó a contar una historia que ninguno de sus pacientes conocía. -Lo conocí cuando apenas comenzaba a dar terapia,era un paciente bastante sincero, y a pesar de que él era mi paciente, desafié mi ética profesional y nos enamoramos, nos casamos cuando apenas teníamos un año de conocernos, los primeros años fueron fantásticos, pero después de cinco años el amor simplemente se fue, conocí a otro hombre y... se que fui muy mala, tuve que haberle dicho, tuve que haberlo encarado a tiempo- Leonora hizo una pausa mientras contenía el llanto. -¿Le fuiste infiel a tú marido?- preguntó Darío mucho más tranquilo. Leonora asintió y continuó con la historia. -Seguí viendo a aquel hombre y dejé que lo poco que quedaba de mi matrimonio se desmoronara; yo siempre creí que mi esposo tampoco me amaba, pero estaba equivocada. El día de nuestro aniversario mi marido venía de regreso del trabajo, yo ni siquiera recordaba que cumplíamos cinco años de casados, estaba arreglando todos los papeles para ese mismo día pedirle el divorcio y ahí sucedió todo, poco antes de llegar a la casa sufrió un accidente de auto terrible. Cuando me enteré de lo sucedido corrí al hospital, aun pude verlo consciente. Sólo me dijo "Gracias por estos cinco años. Eres la mujer de mi vida, prométeme que estaremos juntos por siempre". No pude prometérselo, pero hasta ahora, la culpa, la tristeza y la esperanza de que despierte y de que pueda perdonarme, me han hecho cumplirle lo que tanto deseaba- contó Leonora llorando desconsoladamente. -¿Qué... qué tiene?- preguntó Darío conmovido. -Duró ocho meses en coma, después el médico le declaró muerte cerebral, pero yo sé que despertará, ¡algo me dice que lo hará! - dijo Leonora llorando aun más. Darío tomó su mano. -¿Por qué nunca me contaste esto? De haberlo sabido yo, hubiera respetado tu decisión - dijo Darío sinceramente mientras acariciaba la mano de Leonora. -Perdóname por no contarte, es algo que aun me cuesta trabajo decir- confesó ella secando sus pequeñas lágrimas. -Antes que otra cosa, somos amigos, y de ahora en adelante no seremos más que eso, lo prometo- dijo Darío mientras pensaba en cerrar cualquier posibilidad de entablar alguna relación sentimental con ella...